
Los mandamases castristas fracasan cuando quieren disimular
- Cuba
- julio 18, 2025
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El abismo en el que han sumido a la nación pretenden disimularlo con reuniones para trazar imprecisos planes de gobierno que nadie cree.
LA HABANA, Cuba. – Acabo de leer una excelente novela del año 2005 de la escritora estadounidense de padres chinos Amy Tan: Saving fish from drowning, que se traduciría como “Salvando al pez de ahogarse” (en la edición en castellano de la novela, antes que esa traducción, prefirieron titularla Un lugar en la nada).
Dicha novela, realismo mágico a lo asiático con un toque yanqui, narra, en la voz de Bibi Chen ―una anciana china muerta que en vida comerciaba antigüedades asiáticas y que luego de difunta se hace omnisciente en el sentido budista―, las peripecias en Myanmar (la antigua Birmania) de 11 turistas estadounidenses que son raptados por una tribu de la perseguida etnia Karen para conseguir la protección del hijo de uno de los turistas, un adolescente al que toman por una especie de mesías enviado por los Nats (los genios de la jungla).
La dictadura militar, para que no se afectara el turismo con el incidente, mejorar la deteriorada imagen de Myanmar y atraer visitantes extranjeros, convierte la mal encaminada búsqueda de los desaparecidos en un show propagandístico centrado en las pagodas, los monumentos y las bellezas naturales del país, a la vez que en un esfuerzo por desmentir la represión contra los opositores, las minorías religiosas y étnicas (como el pueblo Karen) y las sistemáticas violaciones de los derechos humanos.
Esa parte de la trama de esta novela, la de la jugarreta propagandística de la junta militar birmana, me ha recordado los esfuerzos torpes y ridículos que hace el régimen de la continuidad castrista para blanquear su imagen ante el mundo y atraer turistas e inversiones extranjeras. Solo que los militares de la junta dictatorial del libro de Amy Tan (que no difieren mucho de los de la vida real) aunque al final fracasan con su treta (y lo dejo ahí para no soltar un spoiler), resultan más audaces y creativos en su mareo de la perdiz y el disimulo que los demasiados tercos, obtusos y soberbios barrigones mandamases del PCC y los ambiciosos generales-empresarios de GAESA.
La dictadura de Myanmar, para periódicamente simular aperturas, se atrevió a jugar al gato y el ratón con la líder opositora y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, simuló amnistías y se enfrascó en farsas constitucionalistas y electorales. Pero los mandamases castristas, cuando se trata de libertades políticas, no se dan por enterados, no mueven fichas. Y menos luego de las protestas del 11 de julio de 2021. Tan asustados se quedaron que han criminalizado toda expresión de disenso, codificándolas como delitos en un código penal de estilo nazi-estalinista. Aun así, se atreven a asegurar que su sistema es el más democrático del mundo.
Y tanto es su miedo a hacer concesiones que los lleven a perder el poder, que tampoco se atreven a hacer las reformas de calado que reclama desesperadamente la economía cubana, y continúan chapaleando en el fango de sus disparates antieconómicos.
Como cada vez son menos los peregrinos ideológicos que vienen a la Meca del comunismo en el Caribe, los gobernantes confían en que con festivales de música urbana, eventos culinarios, resorts paradisíacos en los cayos y cursos para enseñar a bailar el son y la salsa, harán que acudan en tropel los turistas extranjeros para colmar los hoteles hoy vacíos que construyeron a costa del hambre del pueblo. Y esperan en que no se fijen, tan cómodos y entretenidos como van a estar los visitantes, en los escombros de los derrumbes, los apagones, los mendigos e indigentes, oficialmente designados con eufemismos como “deambulantes”, “vulnerables” o “personas en condiciones de calle”, que hurgan en los basureros que se amontonan en las esquinas.
El abismo en el que han sumido a la nación pretenden disimularlo con reuniones para trazar imprecisos planes de gobierno para afrontar la crisis y dando plazos para el cumplimiento de promesas en las que nadie cree.
Es tan torpe el régimen tardo-castrista que quiere vender, no solo al mundo exterior, sino a los propios cubanos en medio de su cotidianidad dolorosa, la imagen de un país muy diferente al real. Un país que, de creer a Díaz-Canel y a los medios oficiales, avanza, a pesar del “bloqueo estadounidense” y de todas las dificultades y desastres, alegre, optimista y siempre confiando en sus infalibles dirigentes, hacia un futuro de prosperidad y progreso.
Hablando de justicia social, prometiendo un socialismo próspero y sostenible, repitiendo el estribillo “la Revolución no dejará a nadie abandonado”, argumentando que el retorno al capitalismo no es opción para Cuba porque todo sería peor, los mandamases del tardo-castrismo hacen con sus súbditos como el pescador de la parábola budista que da título a la novela de Amy Tan: a los peces que sacan del agua para luego venderlos en el mercado, mientras agonizan al sol, les dicen que lo han hecho para salvarlos, para que no se ahoguen.
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