
Cuba: diatriba contra mendigos o técnicas de carteristas
- Cuba
- julio 17, 2025
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Puerto Padre, Cuba. _ Inaudito. Tan viejos que ya somos, _tenemos 66 años de dictadura en Cuba_ y otra vez caemos en la trampa: nos venden humo y creemos que es leña; compramos gato, o mejor dicho, nos lo meten por los ojos y nos relamemos de puro gusto; hartos de minino eructamos como si estuviéramos ahítos de liebre. ¡Lo último! Ahora, la ministra de Trabajo, haciendo su trabajo despotricó contra los mendigos convirtiéndose en la “antimendigos”, para hacer, o al menos hacer parecer por unos días que el régimen totalitario no es el puente roto del trabajo.
Se sabe. La mendicidad está asociada a la segregación, no importa si los menesterosos son niños o viejos, no es cuestión de edad, sino de vulnerabilidad, por razones de familia, del mismo individuo, de políticas públicas, y en suma, por la conjunción de variables socioeconómicas, sociopolíticas, de aptitud y hasta genéticas, situaciones estas que en conjunto o por sí sola como puede ser una adicción, arrinconan en la indigencia a cualquier persona, inclusive, hasta algunas que en determinado momento tuvieron solvencia económica y competitividad profesional.
Así y todo suele verse al mendigo entre dos ángulos opuestos: como una persona que por sus carencias necesita ayuda para sobrevivir, por lo que puede inspirar compasión entre personas particulares o dentro del mismo Estado, o, por el contrario, y como en diferentes épocas ha sucedido en Cuba, puede que al mendigo se le etiquete como cuasi delincuente, vago, de conducta antisocial o predelictiva, por lo que no ha sido raro y desde 1979 que el Código Penal lo conceptuara como “estado peligroso”, que mendigos u otras personas en estado de enajenación fueran llevados ante los tribunales y condenados a privación de libertad por los tristemente conocidos procesos de “índice de peligrosidad”.
Luego, el “discurso de ella” en el “Parlamento”, de la ministra Marta Elena Feitó Cabrera este lunes, sí, de la que ya el martes era ex ministra de Trabajo y Seguridad Social, aunque fue profusamente prejuzgado dentro y fuera de Cuba, como si hubieran sido suyos los conceptos segregacionistas y difamadores que pronunció y no formaran parte de las políticas del régimen totalitario, en realidad, esas palabras son parte de la acostumbrada perorata de la nomenclatura castrocomunista, y no es preciso ser analista de textos y contextos para saberlo, se huelen, se tocan, se escuchan, están a la vista y saben a raíz supina por incuria, son lenguaraz de hecho y de barbecho, y por supuesto, vienen a probar que no tenemos embotados nuestros cinco sentidos ni que se trató de un libretazo de la señora Feitó, cuando, ni la prensa oficial ni los “parlamentarios” ni ningún otro dirigente, nadie, hizo ni el más mínimo señalamiento crítico hasta que, sin mencionar su nombre, veladamente, Díaz-Canel pronunció la monserga previa a la “renuncia” de la ya por largo tiempo ministra Feitó.
Ahora, y como en tantas otras ocasiones anteriores, cuando las plebes y las cohortes castrocomunistas decían, “Fidel no sabe eso”, “Raúl no sabe de eso”, “el Partido no sabe”, creyendo en 1959 que Huber Matos era un traidor y no un héroe, y como 30 años después se creyeron que Ochoa, Abrantes, los hermanos de la Guardia y demás implicados eran narcotraficantes o buscavidas y no militares sujetos a reglamentos y por consiguiente entre rieles bien observados, pues, ahora, esta señora Feitó es la mala, malísima, y, por supuesto, muchos creen que Díaz-Canel es bueno, buenísimo, un buen samaritano cuidador de mendigos. ¡Óiganme! ¿Hasta cuándo hacer de pacatos?
Cierto. Las palabras de la hasta el lunes ministra de Trabajo y Seguridad Social Marta Elena Feitó Cabrera, la sitúan, dentro del derecho humano, en los linderos de la apología del crimen, pero la mantienen dentro del derecho penal cubano como defensora de la “legalidad socialista” y guardiana de la “moral socialista”. Así y todo ese discurso en el “Parlamento”, no es suyo, sino que integra la caja de herramientas utilizada por el régimen totalitario para moldear las multitudes y hacer de las masas súbditas obedientes. Y, de no existir prensa independiente ni redes sociales que acusaran a esta señora según la imputaron, ella proseguiría en su cargo de ministra con la misma aprobación hasta que el martes su destitución fue empleada como cortina de humo.
Pero el decir de Díaz-Canel, recriminando a un ser abstracto por una diatriba contra el mendigo, sin llamar al difamador de miles de mujeres y hombres en estado de necesidad por su nombre, siendo la voz calumniadora, aunque con nombre de mujer, ni más ni menos que el dicho del Estado totalitario, no mejora el caso sino lo empeora, porque sus palabras nos recuerdan la antigua prestidigitación de un carterista y de su cómplice, cuando entre la muchedumbre el que hace de pala exclama: “¡Cuidado, carteristas!”, haciendo que las personas comprueben que la billetera está en su sitio, mostrando al ladrón por donde introducir la mano. Y eso ha ocurrido ahora y precisamente al cumplirse 4 años del 11J. No se diga entonces que tal ministra o ministro dijo o dejó de decir.
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