Tres historias singulares de Santa Clara, el día de su 336 aniversario

Tres historias singulares de Santa Clara, el día de su 336 aniversario

  • Cuba
  • julio 15, 2025
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Santa Clara dista bastante de ser la ciudad pretendida por Marta Abreu: ahora es una urbe con edificios patrimoniales apuntalados sin salvación a la vista.

SANTA CLARA, Cuba. – El acecho de una treintena de demonios que arrasarían con la tranquilidad de los habitantes de Remedios fue el artificio usado a finales de 1600 por el sacerdote José González de la Cruz para convencer a un grupo de sus acólitos de mudarse hacia territorios del interior más alejados de la costa. Sin embargo, la causa principal de aquel apresurado desplazamiento respondía realmente a la necesidad de encontrar zonas más prósperas para el desarrollo agrícola y ganadero en tierras aún no mercedadas, además del recrudecimiento del corso y la piratería en la Octava Villa cubana.

El traslado de aquellas 18 familias remedianas dio paso al establecimiento de una nueva villa al centro de la Isla, la bautizada como Gloriosa Santa Clara, el 15 de julio de 1689, cuando se ofició la primera misa fundacional. Su trasformación urbana, social y posterior apogeo fue posible gracias a la bondad incondicional de doña Marta Abreu de Estévez quien dedicó una parte significativa de su fortuna a convertirla en una de las capitales más avanzadas de la época.

Santa Clara dista bastante de ser la ciudad pretendida por La Benefactora: ahora es una urbe con edificios patrimoniales apuntalados sin aparente salvación y de los que asoman plantas trepadoras, como el icónico Hotel Florida; y otros, como el Teatro La Caridad —joya arquitectónica y espiritual de la ciudad— que permanece cerrado al público desde hace cinco años, atrapado en una restauración interminable. La vida nocturna que antes distinguía a Santa Clara, y el bullicio intelectual que alguna vez animó sus parques, peñas y tertulias, ha cedido paso a una rutina más apagada, y con ella se ha desvanecido buena parte del pulso bohemio que alguna vez le dio identidad a su esencia citadina.

Más allá de cómo luce hoy —con el “colorete” aún fresco, justo como ocurre cada año y exclusivamente en vísperas de su aniversario— en algún momento Santa Clara fue pionera en adelantos científicos, sociales, arquitectónicos y urbanos, consolidándose como un referente de modernidad en el centro del país.

Los primeros bomberos de Cuba

Las primeras casas de la recién fundada villa se asentaron alrededor de la antigua Plaza de Armas, fabricadas de madera y guano, materiales que favorecían los reiterados incendios. En fecha tan temprana como lo fue el año 1690 los vecinos de Santa Clara ya se preocupaban por idear mecanismos que apagaran las llamaradas y así evitar que se propagaran hacia residencias y almacenes de víveres cercanos. 

Esta fue la primera ciudad de Cuba en registrar actividad de extinción de incendios a finales de esa década, mediante el uso de antiguos barriles de ron y miel que servían para hacer llegar el agua de mano en mano hasta los sitios de los siniestros. El primer cuerpo de bomberos radicó en la actual calle Máximo Gómez, al costado de la Ermita de la Candelaria, que fue luego demolida para edificar el Teatro La Caridad.

El 13 de noviembre de 1696 marca la formación de los Bomberos Voluntarios de Santa Clara, nombrado de esta forma porque estuvo conformado inicialmente por el gesto espontáneo de los habitantes de la comunidad. Por ese motivo, el 13 de noviembre se celebra el “Día del Bombero Cubano”. 

Edificios en el centro histórico de Santa Clara
Edificios en el centro histórico de Santa Clara (Foto de la autora)

Pionera en alumbrado eléctrico

Sin el impulso trasformador de Marta Abreu, Santa Clara hubiese permanecido en la historia colonial cubana como una ciudad detenida en el tiempo y rezagada frente a otras en cuanto a los principales avances de la época. Precisamente gracias a La Benefactora, la posteriormente proclamada capital de Las Villas fue una de las urbes pioneras en contar con electricidad, mucho antes que otras capitales del país como Santiago de Cuba o la villa de Sancti Spíritus. 

En su afán por transformar Santa Clara en una metrópoli moderna con servicios públicos gratuitos, pagó una suma considerable de su fortuna para instalar la luz eléctrica en sustitución del queroseno. Para ello, contrató a la famosa compañía francesa Casa Gramme de París, del conocido constructor de dinamos Zenobio Teófilo Gramme, proyectista del alumbrado del Támesis en Londres.

Marta eligió el sistema de corriente continua por ser la menos peligrosa que se instalaba en aquellos años y realizó varias gestiones que le permitieron adquirir la planta, dotada de piezas europeas que incluían calderas, dinamos y motores y que fue finalmente inaugurada en solo 14 meses, el 28 de febrero de 1895, justo enfrente de la Estación de Ferrocarril, cuya construcción también financió. Además de la electrificación, Marta también costeó la instalación de un observatorio meteorológico en Santa Clara, en una época en la que Cuba apenas comenzaba a desarrollar una red de estaciones para estos fines. 

Parque Vidal, Santa Clara
Parque Vidal, Santa Clara (Foto de la autora)

Perico, el burro que mencionó The New York Times

Como casi toda villa cubana, Santa Clara también contó con personajes populares que aún habitan en la memoria colectiva; con la particularidad de que fue un curioso asno quien logró trascender entre los más recordados y entrañables de su historia.

El burro Perico fue un animal doméstico empleado para la venta ambulante de helados y artículos de ferretería a principios de los años 20 del siglo pasado. Sin embargo, dado a que el asno solía escaparse con regularidad, su dueño decidió dejarlo libre. El animal adquirió la costumbre de deambular por la ciudad en busca de alimentos en las viviendas cercanas al centro tocando a las puertas con sus cascos.

Perico se convirtió en una especie de mascota colectiva. Los historiadores reseñan que su comportamiento era casi “humano”. Se cuenta que asistía a los bares en busca de cerveza, un hábito que fue aprovechado por la marca de cerveza “Polar”, que usó su imagen para publicitar la bebida. 

Fue un burro tan querido por los santaclareños que, en cierta ocasión, un agente novato le propinó una golpiza para ahuyentarlo, suceso que avivó una aglomeración de personas que solicitaron la destitución del guardia. El incidente dio lugar a que el entonces jefe de la Policía aclarara públicamente que Perico tenía la facultad de pasearse a su vera por los portales de Santa Clara e ingresar a los edificios, ya que contaba “con los mismos derechos de cualquier ciudadano de la República”.

Perico murió el 26 de febrero de 1947 a los 33 años y sus funerales fueron organizados como si se tratara de un alto funcionario del gobierno. Alcanzó tal relevancia que incluso un senador de la República de Cuba se trasladó a Santa Clara para despedir su duelo, se paralizaron centros laborales y educativos, y su sepelio fue anunciado por radio y reseñado por periódicos y revistas nacionales e internacionales como BohemiaEl Diario de la MarinaEl Mundo, El País, Life y The Evening Post. Por increíble que parezca incluso The New York Times publicó ese día una nota luctuosa con el título “Perico has died”.

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