“Me fugaré para suicidarme”: la historia que nadie le cree a la Seguridad del Estado

“Me fugaré para suicidarme”: la historia que nadie le cree a la Seguridad del Estado

  • Cuba
  • julio 7, 2025
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La muerte del joven Félix Lázaro Reinoso Rodríguez en Matanzas es ya un sonado escándalo que intentan sofocar los castrocomunistas

LA HABANA.- Hace ya muchas décadas que los jefes castrocomunistas se han malacostumbrado a despreciar de manera olímpica a las personas que tienen sometidas a su voluntad omnímoda; que es lo mismo que decir: a la generalidad de los ciudadanos que residen en nuestro Archipiélago. Se habituaron a esa práctica desde los años iniciales del régimen, cuando los ciudadanos a derechas no contaban con fuentes alternativas de información.

Después fueron cambiando las cosas: surgió Radio Martí, comenzaron a escucharse con más frecuencia otras emisoras radicadas en el sur de la Florida; en años más recientes, los cubanos de la Isla tuvimos acceso al “potro salvaje del internet” (como diría el viejo represor Ramiro Valdés). Pero ya el daño estaba hecho: los castrocomunistas, llevados por el desprecio a “su público”, se acostumbraron a actuar como si este último estuviese compuesto por subnormales o minusválidos mentales.

Estas consideraciones vienen al caso a raíz de la escandalosa muerte de Félix Lázaro Reinoso Rodríguez, el joven de 32 años que apareció muerto en la ciudad de Matanzas la semana pasada. Para que se comprendan mejor las características de este caso, conviene comenzar por la versión oficiosa de los hechos, que los castrocomunistas pretenden que nos creamos. (Aclaro que esa versión ha sido creada a partir de los diferentes comentarios —a veces contradictorios entre sí— que distintos agentes de la autoridad han dado a los seres queridos del occiso).

Según esa “historia oficial”, Félix Lázaro, quien estaba preso en la dependencia del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) ubicada en el Reparto Versalles de la referida capital provincial, logró fugarse del lugar para, acto seguido…, ¡suicidarse lanzándose al mar con una pesada piedra! Decididamente, o los represores piensan que sus oyentes somos unos tarados mentales, o están muy desesperados… o las dos cosas.

Una crónica anónima publicada  el pasado jueves en el diario 14yMedio arroja luz sobre la referida versión oficialista. El autor reconoce haber estado preso en el mismo centro represivo en que estuvo Reinoso Rodríguez, “meses antes” de la detención de este. Con ese conocimiento del lugar, afirma: “Dentro del edificio, todo está dispuesto para que sea imposible escapar”.

El testimoniante señala que “las escasas 17 celdas con las que cuenta” el centro están “tapiadas para restar visibilidad”. Y agrega: “Cada esquina y cada pasillo cuentan con rejas que, si pudieran ser evadidas, son solo la antesala del muro de tres metros que rodea el edificio. A ello se suman una garita con vigilancia las 24 horas, una puerta de hierro macizo y decenas de boinas negras que conforman el plantel de la unidad”.

Desde luego que es muy bienvenida esa información de primera mano. Pero en puridad, creo que podemos considerarla redundante. Cualquier persona que simplemente haya escuchado los relatos de los cautivos de alguno de esos centros investigativos (que, en lo esencial, son todos iguales entre sí), comprenderá sin mayor dificultad que escaparse de alguno de ellos es virtualmente imposible.

En puridad, los represores matanceros parecen haber visto demasiadas películas sobre fugas de prisiones. Pero es que, además, ¡las han visto mal! Las evasiones carcelarias suelen producirse entre personas que están extinguiendo sanciones largas, y que conocen bien las características del lugar por llevar en él meses o años. También suelen contar con ayuda, ya sea de otros compañeros de cautiverio, de visitantes y amigos, o hasta de algún miembro de la guarnición penitenciaria. Lo usual es que las vías para escapar demoren meses en ser fabricadas.

Pero veamos las características que habría tenido la “fuga” que nos ocupa, según la cuentan los oficialistas matanceros. Ella habría que hacerla desde una cárcel pequeña, cuyas características físicas el prisionero ni siquiera alcanza a conocer; vigilado por unos custodios con los que el cautivo no tiene ocasión ni tiempo de intimar (suponiendo que, en principio, tal cosa fuera posible); en el transcurso de unos pocos días o semanas, en pleno proceso investigativo; con compañeros de cautiverio que son desconocidos, cuando no chivatos plantados por las autoridades para espiarlo y delatarlo… ¡Todo es un completo absurdo!

Un trabajo periodístico de Ernesto Eimil, publicado en El Toque el pasado viernes, relata más pormenores sobre los disímiles intercambios sostenidos entre los agentes de la autoridad y los seres queridos del occiso. ¡Las flagrantes incongruencias, e incluso las evidentes contradicciones aparecen a cada paso!

Pero —¡desde luego!— el clásico “cierre con broche de oro” es la secuela del inverosímil escape. Una vez que, “contra toda esperanza” (como diría Armando Valladares), Reinoso Rodríguez logró eludir a sus carceleros… ¡en lugar de procurar poner tierra (o agua) de por medio con ellos, lo único que se le ocurre es lanzarse al mar con un pedrusco para poner fin a sus días!… ¡Qué historia más mal contada!

¡Por supuesto que, desde la prensa independiente cubana, las denuncias del crimen perpetrado por agentes de la autoridad contra un individuo sujeto a su custodia no se han hecho esperar! No solo en este mismo diario, sino en todos los que se consagran a los temas de la Isla (hasta donde sé) se ha denunciado con acritud lo sucedido.

Pero los agitadores del castrismo no se han dado por enterados. Y me refiero no sólo a los órganos centrales. Ni siquiera el diario Girón, que tiene carácter provincial, se ha hecho eco de este gigantesco escándalo. Lo mismo puede decirse de Humbertico (o Humbretico) López, el cotorrón especializado en temas de contenido jurídico.

No existe la menor referencia a que las autoridades hayan mostrado un interés siquiera mínimo por contrastar las declaraciones de los represores asesinos con las de los seres queridos del occiso o sus compañeros de encierro. Se dice que “los muertos hablan… a través de la autopsia”, ¡pero poco se ha sabido al respecto! El colega Eimil, citando una fuente, habla de “ahogamiento” como supuesta causa de la muerte dictaminada por los forenses, pero el número de horas que estos afirman que Félix Lázaro llevaba muerto no coincide con la cronología oficial de su supuesta “fuga”…

 El silencio ensordecedor de los medios propagandísticos del castrismo constituye —a no dudarlo— una prueba irrefutable de la total falta de respeto que ellos sienten por la opinión pública de su propio país y por la verdad.

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