
El gas del régimen: propaganda desde el puerto y hambre en la cocina
- Cuba
- junio 17, 2025
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Mientras la prensa oficialista habla de eficiencia en la distribución de gas, en Santiago de Cuba se suspende la entrega por desabastecimiento, hasta nuevo aviso.
MADRID, España.- Mientras el diario oficial Granma se esfuerza en presentar como “organizado y eficiente” el recorrido del gas licuado desde los buques hasta los hogares cubanos, la realidad vivida por millones de familias en la Isla evidencia una crisis estructural que desmiente por completo ese relato. Lejos de la propaganda, lo que hay es desabastecimiento, precariedad y desesperación.
En el artículo “Del barco a la cocina, ¿por cuántas manos pasa el gas?”, publicado por Granma este 16 de junio, se describe una cadena de distribución que comienza con la llegada de los buques al puerto, su descarga en la terminal de gas licuado y posterior traslado a través de un servicio de transporte especializado que lo lleva hasta las plantas, donde se almacena o se envasa para su entrega final.

La nota insiste en que se trata de un proceso “organizado, sistemático y eficiente”, e incluso resalta que el sistema de distribución en Cuba “garantiza un seguimiento permanente del ciclo de llenado, entrega y retorno de los cilindros”.
Sin embargo, un buque cargado de gas permaneció más de tres meses varado frente a la costa de Santiago de Cuba, sin poder descargar por impagos y trabas bancarias. El propio ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, admitió que en 117 de los primeros 150 días del año no se distribuyó gas licuado en el país. A pesar de ello, la prensa oficialista insiste en hablar de “cobertura garantizada”.
La situación golpea con fuerza a las provincias orientales. Este 16 de junio, la División Territorial de Comercialización de Combustibles de Santiago de Cuba informó la suspensión total del servicio de gas licuado, alegando que no queda inventario disponible. La medida contradice los anuncios hechos semanas antes por las autoridades locales, que aseguraban que había “cobertura garantizada” y se estaba cumpliendo un plan de distribución de 14. 000 cilindros diarios.
En lugar de reconocer la crisis, el régimen continúa proyectando una imagen de control administrativo, con titulares que buscan maquillar el desabastecimiento total con un relato técnico y despersonalizado. El contraste entre la propaganda estatal y la precariedad real no es nuevo, pero en este caso se agrava por las consecuencias directas en la vida cotidiana: sin gas y sin corriente, cocinar se convierte en una odisea diaria.
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