
Mientras Díaz-Canel hace «ejercicios contra el delito», los ladrones asaltan armados
- Cuba
- abril 28, 2025
- No Comment
- 7
Puerto Padre, Cuba. _ La criminalidad en Cuba hoy, ya casi trascurridos cuatro meses de 2025, que es un tercio del año que marca un cuarto del siglo XXI, lejos de disminuir alarma porque yendo más allá de una apreciación operativa vista técnicamente desde el panorama de las cifras de delitos producidos en un año, en un mes, o en un día, peligrosamente, viene a ser algo así cual una indagación del choteo a decir de Jorge Mañach.
Es risible, sí, ¡cómo no!, ridícula por inercia, como la imagen de un espejo burlesco. Si hasta me parece estar escuchando las carcajadas de los ladrones y viendo su engreimiento, sí, su bravuconería, ante guardias operativas que van por denuncias de robos, de hurtos, de abigeato…, y regresan a las estaciones de policía con las manos vacías, sin los ejecutores de los delitos; pero, ¡ah!, que no vayan por alguien que dijo… “¡Abajo Díaz-Canel!”, porque entonces ahí sí los gendarmes regresan con alguien esposado. Sí, es risible, pero por chota, es peligroso.
Por supuesto, los policías escasos, supinamente ineptos unos, doblados de espaldas por sobrecarga de servicio otros, y otros en connivencia criminal, sólo son cómplices de la desidia de los poderes del Estado devenido clan; los auténticos autores de la incuria que genera inseguridad ciudadana son los jerarcas del régimen totalitario, con seguridad en sus personas, en sus mansiones y hasta para sus perros y gatos, mientras seres humanos son asaltados, apedreados, apuñalados. ¿No sentirán bochorno? Sí, vergüenza, por nimios, entiéndase largos de palabras y pequeños, diminutitos, invisibles de acción. No será raro entonces que por ese rumbo, el de la delincuencia generalizada, propagada por toda la nación, en Cuba transitemos del totalitarismo a la anarquía, y, siendo el remedio peor que la enfermedad, así a los cubanos la democracia nos quedará más lejos. Véase si no a través de estos hechos:
El pasado lunes 24 de marzo, en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), y en voz de su primer secretario, Miguel Díaz-Canel, secundado por otros jerarcas, discursaban, en el conclave y por videoconferencia con sus subordinados políticos y policiales en todo el archipiélago, en lo que calificaron rimbombantemente como, “Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento al Delito, la Corrupción, las Ilegalidades y las Indisciplinas Sociales”; sí, no se asombre, toda esa frondosa palabrería que venimos escuchando desde hace muchísimos años para enmascarar la inacción que recuerda al currutaco de salón de reuniones, como la de aquel lunes en la cúpula del PCC ponderando acciones frente al delito desde La Habana… ¿Pero qué sucedía apenas tres días después, en el municipio Puerto Padre, en las instalaciones de una cooperativa cañera, no situada en lo intrincado del monte, sino instalada junto a una carretera, a cuatro o cinco kilómetros de un punto de control de la policía…?
Pues, si el lunes Díaz-Canel dirigía en el Comité Central del PCC un “ejercicio contra el delito”, en la noche del viernes de esa misma semana, delincuentes, ladrones organizados como un grupo, fueron sobre la cooperativa 34, situada a unos 10 kilómetros de la ciudad de Puerto Padre, junto a la carretera que conduce a la playa Covarrubias, que es una vía de turismo nacional e internacional. Los custodios eran seis, debían proteger las oficinas, el comedor-almacén, el taller de maquinaria, el rebaño de ovejos y el almacén de pesticidas, entre otros bienes; pero según los custodios debieron huir, pues según ellos, los ladrones les dispararon, y no con tirapiedras, sino con armas de fuego.
El robo, con violencia e intimidación de las personas a juzgar por las declaraciones del servicio de guardia, consistió en la sustracción de 100 litros de herbicidas, una docena de ovejos y cuatro mochilas de fumigación. Al día de hoy el delito permanece sin esclarecer. Como agravante, y mostrando su organización sin falta de osadía, según testigos noches después los ladrones volvieron sobre la cooperativa, esta vez no para robar, sino para apedrearla, y un cooperativista que el día del robo participó junto a otros trabajadores acompañando a la policía en el seguimiento del rastro de los presuntos culpables, como represalia fue objeto del envenenamiento de sus animales domésticos; cerdos y gallinas de su propiedad fueron muertos esparciendo alimentos envenenados en el patio de su casa.
La criminalidad en Cuba va más allá de las cifras estadísticas, porque más allá del punto de vista criminológico-matemático, del cubaneo y su falso folclor, se impone la mirada sociológica, moral y cívica. Se trata de una nación que, degenerando sus valores humanos, confusa, en lugar de atacar el primigenio mal, el régimen totalitario que la pervirtió rebajando el ser individual, moral y altruista, para construir el “hombre nuevo socialista”, los cubanos, en demasía ya, muestran su mala fe a través del delito, atacándose a sí mismos.