
Así “censaron” los árboles más valiosos de 50 municipios de Antioquia
- Colombia
- abril 27, 2025
- No Comment
- 3
Los parques principales resultan a los pueblos lo que las salas a las casas cuando llega la visita: son el punto de recibo por excelencia y como tal suele haber un adorno en la mesa de centro para engalanar el lugar.
En esos parques estos “adornos” públicos, en muchos casos, son árboles alrededor de los cuales se congregan propios y extraños a disfrutar de ratos de esparcimiento y que son depositarios de un cariño especial, bien por su belleza o porque han acompañado a los pueblos en su historia.
En el caso de Antioquia, hay alrededor de 900 ejemplares por fuera de Medellín que están inventariados como valiosos.
Lea también: Estos son los árboles más viejos e impresionantes de Medellín
La capital departamental tiene su propio inventario de árboles patrimoniales. Lo realizó el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe y la Alcaldía hizo la declaratoria como tales mediante el Decreto 598 de 2019. Ahí quedaron 697, de los cuales el 80% están en el Centro y el resto, dispersos por diferentes parques y lugares de encuentro en las zonas periféricas. Ello quiere decir que, en consecuencia, el Distrito debe apropiar recursos y hacer un plan para la preservación de los mismos.
Luego, siguiendo ese ejemplo, la corporación ambiental del Centro de Antioquia, lo mismo que la del Oriente (Corantioquia y Cornare) le encomendaron una labor similar a la misma entidad y el estudio se hizo sobre 24 cabeceras municipales priorizadas en la jurisdicción de la primera y en 26 de la segunda; allí, los árboles fueron seleccionados, igual que pasó en el primer caso, considerando las características especiales que tienen de tipo histórico, paisajístico o por la importancia que la gente del común les ha dado.
Estando en esa labor, aprovecharon para darles los “primeros auxilios” a los árboles que estuvieran enfermos; los técnicos llevaron además un diario de campo con las experiencias más significativas que vivieron.
La historia arbórea del parque de Salgar se remonta hasta el siglo XIX, cuando sembraron el primer piñón de oreja. FOTO Manuel Saldarriaga
En Sonsón, por ejemplo, se sorprendieron del gran apego que demostró la gente por una secuoya, al punto que cuando le estaban podando algunas ramas, varios habitantes se llevaron ramitas para sus casas como recuerdo, de manera similar a lo que hicieron con las ruinas de la iglesia cuando colapsó por un terremoto. También allí, un hombre de avanzada edad escuchó que estaban interviniendo este ejemplar de coníferas e iba con dirección al parque dispuesto a ponerles problema creyendo que lo iban a cortar.
En Cocorná también hubo demostraciones de afecto por varios árboles del área central, en especial por un mango centenario donde los más viejos se subían a coger sus frutos cuando niños y varias personas contaron con orgullo que no habían permitido la remodelación del parque para proteger este individuo vegetal, lo mismo que un casco de vaca del que sacan hojas para las bebidas con las que controlan el azúcar en la sangre, según les relataron.
En San Roque fueron los niños los que reviraron cuando los expertos marcaban los códigos de identificación de los árboles. En esas estaban cuando unos escolares chupando cono les gritaron: “No rayen los árboles” y fue la oportunidad para contarles que en su municipio había un Magnolio Silvioi, conocido vulgarmente como molinillo, magnolio o guanábano de monte, que era como un “caramelo escaso” por lo difícil de encontrar.
Siga leyendo: Mauricio Jaramillo, el jardinero que ha sembrado la eterna primavera en Medellín
En Alejandría, la visita sirvió para salvar de la ira divina a un cámbulo localizado en las afueras del templo, porque al párroco no le hacía gracia la caída de basura y popó de pájaro, e infundió desde el púlpito cierto temor entre los feligreses por un posible accidente con la caída de ramas. Luego de una tomografía al “paciente”, los “médicos” diagnosticaron que este no sufría un daño interno importante y el mismo religioso publicó la buena nueva en el boletín parroquial.
En Puerto Triunfo hallaron varios samanes bonitos y en San Luis, un mango frondoso que tristemente han dañado con cada intervención del parque.
“Eso ha sido muy problemático porque la gente lo quiere mucho, pero le han hecho una jardinera con la que le taparon la raíz y la posibilidad de hacer intercambio gaseoso, con lo que lo han ido matando a poquitos”, explicó David Echeverri, jefe de Biodiversidad de Cornare.
En Sonsón el orgullo son una secuoya y los pinos romerones (en la imagen) sembrados por Joaquín Antonio Uribe a finales del siglo XIX. FOTO Juan Antonio Sánchez
En La Unión, el centro de las miradas es una araucaria tupida a más no poder, de la que brotan sin cesar aves cantoras, mientras que en San Carlos son varios samanes y un dormilón los que concitan la atención; en El Retiro es una ceiba rosada de entre 60 y 70 años, una edad que no lo hace destacar pero sí su forma y floración, según Germán Restrepo, director de Silvicultura del Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe. En Marinilla (Oriente) los más llamativos son los pinos romerones.
En San Rafael, aún extrañan el cabuyo que estuvo en la fundación del pueblo, a principios del siglo pasado y que tuvo que pasar un trance de muerte asistida en marzo de este año por su estado calamitoso de salud.
Conciencia del patrimonio
Así fue como los expertos del Jardín Botánico de Medellín Joaquín Antonio Uribe inventariaron 788 individuos en las áreas urbanas de la jurisdicción de Cornare, correspondientes a 122 especies, siendo el 53% introducidas y el resto nativas.
De acuerdo con Echeverri, los árboles más grandes y con mayor biomasa de esa jurisdicción están en San Carlos, La Ceja, Argelia, Sonsón y Puerto Triunfo.
Una de las recomendaciones, a partir de la experiencia, fue que se incluyera a las comunidades en la socialización de los resultados de este proyecto, con el fin de generar todavía un mayor arraigo hacia sus árboles como un patrimonio común.
Los samanes de Heliconia los sembraron hacia 1943. Proceden de una semilla traída de Guacarí (Valle). FOTO Juan Antonio Sánchez
En las localidades adscritas a Corantioquia, el trabajo fue más específico al darles a los ejemplares de las cabeceras la denominación de patrimoniales, y de acuerdo con los criterios antes establecidos, ahí quedaron 120 árboles y palmas emblemáticos que fueron señalizados con placas.
Ahí se cuentan los pinos romerones de Támesis, las imponentes ceibas pendandras de Jericó, el piñón de oreja sembrado en Salgar a finales del Siglo XIX o los samanes de Hispania, por ejemplo.
Cuenta Wilson Villa, técnico operativo del área de Silvicultura del Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, que en el municipio de Jardín hay una especie que lleva si acaso una década de sembrada en el parque pero se ha convertido en emblemática porque fue reportada como representante de una especie endémica del área, como lo refleja su denominación científica reconocida a nivel internacional a partir de un elemento toponímico: Magnolia Jardinesis.
En las incursiones pueblerinas del centro de Antioquia, los botánicos escucharon historias como la de la ceiba que habría sembrado el general Rafael Uribe Uribe en Valparaíso y que ya no existe porque hace entre 15 y 20 años que le cayó un rayo y a los dos años colapsó. La buena noticia es que antes de que feneciera, de los frutos salieron hijitos y uno se mantiene erguido en el parque de esta población.
En el caso de los municipios de la jurisdicción de Cornare, el proceso que falta depende de que, a partir de la información con la que se cuenta, las alcaldías hagan la declaratoria patrimonial y definan las acciones de conservación.
Esto es especialmente importante teniendo en cuenta que muchos alcaldes incluyen dentro de sus planes de desarrollo remodelaciones en las zonas centrales y a veces los sacrificados a la hora de poner cemento son estos compañeros gigantes y silenciosos en la vida cotidiana de la gente.
Acá el saldo positivo es que aún sin que se produzca la declaratoria patrimonial a nivel local, ya hay varios municipios que han solicitado la asesoría del Jardín Botánico para el manejo de sus árboles, algo muy destacable justamente hoy que estamos en vísperas del Día del Árbol, que se conmemora el 29 de abril.
Dos ceibas, testigos en historia de jericó
Un texto de Corantioquia destaca que las ceibas bonga o pentandra del parque de Jericó tienen casi 18 metros de altura hasta la copa, con ocho bifurcaciones. La plaza antigua contaba desde un principio con árboles y jardines muy apreciados por los jericoanos, pero solo a partir de 1910 este componente se empezó a tomar más en serio y una herencia de ese tiempo son las ceibas actuales, ubicadas en los dos costados, más una palma real, que han sido testigos de la historia de este municipio turístico y profundamente religioso. Otras ceibas fueron taladas en la década de 1970.
En el mismo texto, Corantioquia le da relevancia al valor ecológico de estos ejemplares para regular el microclima que se forma en esta parte del pueblo y para el “almacenamiento de carbono transformado en biomasa”. Así mismo, en términos paisajísticos, “al ser un individuo caducifolio, durante la época de producción de nuevo follaje su coloración rojiza le imprime gran belleza que transforma este escenario de encuentro”.