Cuba: La miseria es indispensable para la comercialización de las brigadas médicas

Cuba: La miseria es indispensable para la comercialización de las brigadas médicas

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  • abril 18, 2025
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LA HABANA.- Reconocen que han retenido los pasaportes como práctica habitual porque no pueden negarlo ante el gremio de médicos cubanos, que sí saben que no era precisamente “para cuidarlos”, como ha dicho el ministro de Salud Pública. Lo hacen desde el cinismo —que también es otra “práctica habitual” del régimen—, tal como lo haría cualquier traficante de personas al ser descubierto por la policía en el acto. De hecho, los métodos empleados por el régimen para el control del personal de sus “misiones” son los mismos que usan pandilleros, mafiosos y tratantes en los secuestros de mujeres y niños para luego explotarlos sexual o laboralmente.

No los encierran en celdas y bajo llave, pero en ocasiones les imponen férreos horarios de regreso a los lugares de alojamiento, donde permanecen bajo la constante vigilancia de los agentes de la policía política que el Ministerio del Interior envía —con autoridad por encima de los llamados “jefes de misión”— para controlar que las deserciones, así como las filtraciones de información (a la prensa o a cualquiera que haga demasiadas preguntas) sean las mínimas. Todos los que, como periodistas, hemos tratado de acercarnos de manera directa al asunto, hemos chocado con esta penosa y peligrosa realidad.

Los trabajos periodísticos y entrevistas que han aparecido durante años, tanto en la prensa independiente como en otros medios informativos no cubanos interesados en el asunto, han descrito con suficiente claridad lo que hay en el trasfondo de esta “comercialización” que ahora la dictadura intenta pasar como gesto altruista bajo “ataque del enemigo”, cuando en realidad es uno de los capítulos más bochornosos del castrismo, en tanto involucra la complicidad de decenas de gobiernos y organizaciones internacionales en el mundo.

Hace ya algunos años, en septiembre de 2015, una importante investigación periodística realizada por el Institute for War and Peace Reporting (IWPR) con la colaboración de varios medios independientes, sacó a la luz las interioridades del lucrativo programa de ayuda médica de Cuba en Trinidad y Tobago, un caso casi excepcional donde el pago se le entregaba directamente a los médicos pero aún así el régimen cubano los obligaba a depositar todos los meses, en una cuenta común a nombre del “jefe de misión”, la mitad de sus salarios, una imposición que no estaba reflejada en los contratos pero que aún así debía ser cumplida bajo pena de ser retornados a la Isla y ser sacados definitivamente del “programa de misiones médicas”.

Aún cuando el chantaje y la vigilancia constantes les resultaba ofensivos a muchos de los profesionales, ser regresados a Cuba, a la dinámica cotidiana de las malas condiciones laborales y el bajo salario en moneda nacional, era el peor de los castigos, de modo que es muy fácil comprender cómo para el régimen es indispensable que el deterioro del sistema de salud se mantenga en el nivel crítico donde está, funcionando este como una herramienta de presión dirigida a “estimular” esa fuerza laboral barata, que es mucho más rentable cuando es “comercializada en el exterior”. Y para que ese mecanismo de fuerza continúe funcionando, es necesario que haya mano de obra desesperada por las pésimas condiciones de vida, y por tanto dispuesta a ser explotada.

“Si no acepto esas condiciones (la de ser vigilado y entregar la mitad del salario), entonces me regresan a Cuba donde el salario no me alcanza”, es lo que en aquella ocasión nos decían muchos de los entrevistados bajo la estricta condición de anonimato, en tanto hablar con la prensa también conllevaba castigos aún más severos, todos relacionados con el hecho de retornar a Cuba y, con ello, eliminar toda posibilidad de mejorar las condiciones de vida en un país donde la miseria es la herramienta de dominio preferida del Partido Comunista.

A pesar de que Trinidad y Tobago no era el peor de los mundos posibles para los médicos y técnicos cubanos, en tanto al menos les dejaban quedarse con el 50 por ciento de lo ganado (en Venezuela y Brasil apenas les dejaban el 20 por ciento), lo más asombroso del fenómeno no era tanto constatar cómo los médicos habían normalizado el abuso, incluso cómo algunos veían en nuestra investigación, en nuestras preguntas, una agresión, un ataque, sino lo difícil que era para muchos de ellos ver la evidente relación de necesidad, de obligatoriedad, que existía entre el negocio de las brigadas médicas y el deterioro del sistema de salud cubano, los bajos salarios, y demás dificultades que enfrentan en su día a día en Cuba.

Si el régimen cubano pagara buenos salarios y garantizara las mínimas condiciones laborales a sus médicos en la Isla, estos no tendrían necesidad de aceptar el chantaje de las “misiones médicas” en el exterior como única vía de mejorar sus ingresos personales. En fin, que nuestra miseria es una condición sine qua non para el éxito de esta empresa tan lucrativa que, de acuerdo con información de Granma, en 2014 tenía un pronóstico de ingresos anuales sobre los 8 mil millones de dólares.

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