
Un niño y su madre contra el sistema
- Cuba
- abril 6, 2025
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LA HABANA, Cuba – Después de luchar durante años con una enfermedad genética, el niño Damir Ortiz Ramírez murió en la mañana de ayer en el hospital Nicklaus Children´s, de los Estados Unidos. Pese a que lo delicado de su estado de salud era bien conocido, la noticia no fue menos dolorosa para los miles de cubanos que siguieron de cerca su caso, desde las primeras denuncias hechas por su madre frente al Ministerio de Salud Pública, hace dos años, hasta la masiva campaña de visibilización y recaudación de fondos impulsada por la sociedad civil para lograr su traslado al centro asistencial norteamericano, con la esperanza de que pudieran brindarle un tratamiento adecuado y mejorar su calidad de vida.
Las semanas previas al viaje de Damir fueron particularmente tensas. Mientras la salud del niño empeoraba, los trámites eran demorados tanto por el MINSAP como por la embajada de Estados Unidos, el caso fue politizado en extremo y la poca confianza que aún podía tener Eliannis Ramirez -madre del menor- en el personal cubano de salud, quedó definitivamente erosionada cuando le entregaron un diagnóstico tardío de Linfoma de Burkitt que, una vez en el Nicklaus Children´s Hospital, se supo no era correcto.
El caso de Damir sirvió, una vez más, para unir a los cubanos en torno a una causa noble. También sirvió para conocer los nuevos fondos de miseria humana y ética en que son capaces de revolcarse profesionales cubanos que hace mucho tiempo olvidaron la razón primordial que los llevó a optar por la carrera de Medicina. La misma institución que negó primero y luego retrasó la entrega a Eliannis Ramírez de la carta que debía especificar la condición de salud de Damir y los motivos por el que se sugería trasladarlo a un hospital en el exterior, no tuvo reparos en orquestar, a toda prisa, una de esas repugnantes comparecencias televisivas para lavar la imagen del ministerio de salud pública de Cuba, no encontrando para ello mejor modo que mentir sin pudor, culpar a la madre del menor e intentar desacreditar al Dr. Miguel Ángel Ruano, médico cubano emigrado que se mantuvo asesorando a Eliannis Ramírez cuando ella dudaba, con razón, de las decisiones que los galenos tomaban con respecto a la salud de su hijo, que continuaba empeorando.
Cuatro “cuadros” con batas blancas, que probablemente han atendido más reuniones que pacientes, fueron los designados para acudir al programa de Humberto López y asegurar que en ningún momento le faltaron los medicamentos a Damir, y que al niño se le hicieron todas las pruebas necesarias en el tiempo indicado. Así lo dijeron cuando ya Eliannis y su hijo estaban fuera de Cuba, privándola, por demás, del derecho a réplica en el mismo espacio televisivo donde fue difamada y donde fueron expuestos, sin su consentimiento, detalles sobre la enfermedad de Damir.
El desmentido debió efectuarse en conferencia de prensa, en el Museo de la Diáspora Cubana, para poner las cosas en su lugar, porque debe haber sido muy duro para una madre que llevaba años luchando por el derecho de su hijo a recibir una atención médica digna, ver que a cuatro médicos que jamás atendieron a Damir les bastó media hora para cargarla a ella con la culpa por todo lo que no hizo un sistema de salud que dejó de ser “potencia médica” hace décadas, pero que en los últimos años ha visto cómo los fondos y recursos que antes ayudaban a sostenerlo han sido desviados al turismo sin más justificación que la esperanza de que, en algún momento, el sector se recupere para convertirse, por fin, en la locomotora de una economía que no existe.
Damir es un ejemplo visible entre muchos que permanecen sin voz, atrapados en un sistema colapsado donde no bastan “la excelencia, la voluntad y las buenas intenciones” del personal médico. Sanar y salvar demanda ingentes recursos que hace mucho tiempo los centros asistenciales cubanos no poseen, y la decisión de quitarle cientos de millones a la salud pública para construir hoteles en un momento de precarización de la vida en todos sus frentes, no fue tomada por Biden, ni por Trump. Tal desbalance en la actividad inversionista ha dejado en situación de vulnerabilidad no solo a niños, ancianos y embarazadas; sino a todo cubano que no tenga muchísimo dinero para pagar desde antibióticos hasta una cirugía con mano de obra incluida.
Se necesita más que buenos profesionales para ser una potencia médica, y hasta la altura moral y ética de los médicos cubanos se está viendo amenazada no solo por la desatención a ese sector vital donde son obligados a trabajar prácticamente sin recursos y, además, cargar con la responsabilidad de lo que pueda salir mal; también por la presión indignante de tener que mentirles a los pacientes, de negarse a redactar o firmar un documento porque tienen prohibido reconocer, alto y claro, que “no hay”, “no tenemos”, “no podemos”.
El caso Damir expuso la realidad del sistema cubano de salud, donde historias igual de terribles se suceden a diario con enfermos de todas las edades. Por ese pequeño valiente dieron guerra muchos cubanos, comenzando por Eliannis, que de rodillas lloró la muerte de su hijo y hoy es blanco de monstruosas acusaciones lanzadas por gente despreciable que ve con satisfacción el exterminio de un pueblo entero.
Damir no pudo lograrlo, pero que su partida contribuya a un despertar cívico por el acceso de todos a un sistema de salud digno, donde otros niños y sus padres no tengan que sufrir semejante calvario. Que los médicos se sumen a ese reclamo como profesionales y ciudadanos para que las instituciones creadas para curar y salvar cumplan su propósito. Que la historia de Damir no sea el fin, sino el principio.