Cuba no es país para empresarios

Cuba no es país para empresarios

  • Cuba
  • marzo 25, 2025
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Aparte del morbo intelectual de ver a un país involucionando desde la modernidad hacia una especie de tecno-feudalismo, lo más interesante que actualmente está sucediendo en la economía cubana es el decrecimiento del número de MIPYMES. En tres meses, de septiembre a diciembre de 2024, el número pasó de 9.458 a 9.236.

Lo llamativo, por supuesto, no es el decrecimiento en sí, pues esto era previsible para quienes han visto en repetidas ocasiones al castrismo recurrir al sector privado cuando tiene el agua al cuello, para luego regresar al socialismo ultraortodoxo, superada la emergencia gracias al rescate de algún papasito piernas largas —URRS, Venezuela—.

Lo llamativo es que el castrismo aún no ha encontrado algún nuevo sugar daddy, ni mucho menos ha pasado la emergencia económica que amenaza con crear presión social. Muy al contrario, la situación ha continuado degenerándose, lo que en lógica sería motivo para profundizar y ampliar el sector privado, esperando que reflote al país. Sin embargo, desde agosto pasado es clara la decisión no de eliminar, pero sí de contener y minimizar este sector. Lo que llaman «reordenamiento» del sector privado es realmente su poda.

No sabemos si la reducción del número de MIPYMES se debe a que ha aumentado la cantidad de cierres o a que ha descendido la cantidad de aperturas. En cualquier caso, está claro que en Cuba no hay oportunidad para emprendedores, pues el empresario como sujeto es la antítesis del ciudadano-siervo al que aspira el castrismo, por lo tanto, un empresario siempre será un enemigo… a menos que sea cómplice manejable, que es otra manera de ser siervo.

Este odio congénito al empresariado condena la Isla a ser eterno mercadillo de reventa donde nada se crea. Las inversiones industriales y agrarias requieren inmovilizar grandes cantidades de capital en etapas tempranas del proyecto, pueden pasar años antes de que tales desembolsos den beneficios, y décadas antes de que se recupere el gasto inicial.

El nivel de riesgo asociado a inversiones productivas no es compatible con las condiciones volátiles a las que el castrismo, histérico y esquizofrénico, somete a los empresarios en Cuba, que entonces deciden dedicar sus capitales a la pura reventa, donde la inversión se recupera más rápido y hay menos riesgo.

Gracias al componente consumo que sostienen las MIPYMES, el PIB cubano no se ha desplomado y no ha habido una hambruna en Cuba; pero este es un PIB hueco, basado en riquezas que se producen fuera (importaciones), pagadas con dineros generados fuera (remesas). Aquí adentro lo único que hacemos, como pollos enjaulados, es esperar a ver qué nos cae.

Pero, obviamente, hasta de esa riqueza postiza quieren despojarnos el PCC y GAESA, las dos cabezas del castrismo.

Para los líderes de GAESA, reducir el sector privado es quitarle competencia a sus nuevas tiendas en divisa, que cobran especial relevancia ahora que sus hoteles están más vacíos que sus almas.

Para los líderes del PCC, reducir el sector privado minimiza el riesgo político y, además, hace más fácil que el ya anunciado nuevo mercado cambiario de tipo flotante recaude divisas para pagar los caprichos de la realeza socialista, y financie a empresas estatales que hoy no tienen ni dinero, ni personal calificado, dada la emigración hacia el sector privado, la emigración hacia el extranjero, y la debacle educativa en una Isla en la que entre «se le marca toa la totaila, tú me tiene frito con toa la totaila» y el «químico», el daño es profundo.

Pero dado que el castrismo necesita al sector privado, su más probable evolución no es que desaparezca o regrese al formato «cuentapropista», sino que sea concentrado en testaferros personales de los criminales que desde el PCC o GAESA vampirizan al país, o en sirvientes encubiertos del régimen —Hugos Cancios— tanto aquí como en el exterior.

No ha pasado la emergencia económica que forzó al castrismo a abrirse mínimamente al sector privado y legalizar las MIPYMES, pero parece que ya pasó la fase en que necesitaban tontos útiles que invirtiendo crearan un mercado —desde proveedores a clientes pasando por cadenas de distribución— que ahora el castrismo quiere no nacionalizar —eso está pasado de moda—, sino «testaferrar», aprovechando para sí el capital intangible logrado a cuenta y riesgo de inversores privados.

Quedarse con el sector mayorista fue el primer paso. Ahora, poco a poco, las MIPYMES conectadas acapararán mercados desplazando del negocio a aquellos empresarios que se creyeron suficientemente listos como para invertir en una dictadura totalitaria.

Cuba puede ser un cadáver servido para rapiñeros dispuestos a arriesgar mucho esperando sacar tajada rápida; lo que no es, ni será mientras sea socialista, es país para empresarios… y así nos va.

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